
Sus vivencias en la Vida Religiosa le van haciendo concebir algunas transformaciones en los monasterios: un Noviciado común para los monasterios de Capuchinas y una Abadesa General, como ya tenían los Capuchinos, pero su afán fundamental era la Eucaristía; Implantar la adoración permanente a la Eucaristía y la participación en la Sagrada Comunión, llevar las almas a la Eucaristía.
En sus escritos comenta: ¡ Cuántas veces sentía que encendía mi corazón y me decía: Dame almas, tengo sed de almas !
¿Qué podía hacer ella? Un día en la hora de la Comunión, siente más clara la voz de Jesús. Empezó a difundir entre las monjas su entusiasmo por la Eucaristía y la idea de solicitar la Adoración perpetua, pero no tuvo éxito.
El 16 de julio de 1908, la Comunidad la elige como Abadesa en S. Antón. Algunos sacerdotes y consejeros que conocían su inquietud la estimulan a la reforma de S. Antón, pero ella no lo considera oportuno en el primer trienio.
Del 19 al 20 de marzo de 1912, durante la celebración del 7º centenario de Sta. Clara, después de recibir la Comunión, la M. Trinidad tuvo una visión: "S. Francisco la acercaba al altar, ante la Virgen María, y arrodillada a sus pies le vistieron una túnica roja, muy oscura, le ciñeron un cordón blanco, y Sta. Clara colocó sobre su cabeza la primera Regla, y la Virgen, poniendo sobre la Regla una custodia, le dijo: "Hija mía, trae muchos corazones de fuego que adoren a mi Hijo en espíritu y en verdad..."
Expuso su visión, siempre buscando la voluntad de Dios, pero ante la respuesta nuevamente negativa de la Comunidad, pensó en dedicarse a servir a la Comunidad por donde ésta entendía debía ir.
Dios de nuevo le salió al encuentro con una grave enfermedad y en su lecho escuchó de Jesús: ¿Qué has hecho con los talentos confiados? ¿Temes sufrir por mí? Sanó de la enfermedad, pero quedó tan debilitada que pidió la dimisión como Abadesa.
En 1916 tuvo una nueva iluminación interior, el Señor le mostró un convento de Capuchinas Adoradoras, pero no era S. Antón, y entendió que le pedía una fundación en otro lugar. En 1920, fue elegida nuevamente Abadesa; es en esta época cuando le surge la idea de acoger niñas a las que educar y acercar a la Eucaristía.
En sus escritos comenta: ¡ Cuántas veces sentía que encendía mi corazón y me decía: Dame almas, tengo sed de almas !
¿Qué podía hacer ella? Un día en la hora de la Comunión, siente más clara la voz de Jesús. Empezó a difundir entre las monjas su entusiasmo por la Eucaristía y la idea de solicitar la Adoración perpetua, pero no tuvo éxito.
El 16 de julio de 1908, la Comunidad la elige como Abadesa en S. Antón. Algunos sacerdotes y consejeros que conocían su inquietud la estimulan a la reforma de S. Antón, pero ella no lo considera oportuno en el primer trienio.
Del 19 al 20 de marzo de 1912, durante la celebración del 7º centenario de Sta. Clara, después de recibir la Comunión, la M. Trinidad tuvo una visión: "S. Francisco la acercaba al altar, ante la Virgen María, y arrodillada a sus pies le vistieron una túnica roja, muy oscura, le ciñeron un cordón blanco, y Sta. Clara colocó sobre su cabeza la primera Regla, y la Virgen, poniendo sobre la Regla una custodia, le dijo: "Hija mía, trae muchos corazones de fuego que adoren a mi Hijo en espíritu y en verdad..."
Expuso su visión, siempre buscando la voluntad de Dios, pero ante la respuesta nuevamente negativa de la Comunidad, pensó en dedicarse a servir a la Comunidad por donde ésta entendía debía ir.
Dios de nuevo le salió al encuentro con una grave enfermedad y en su lecho escuchó de Jesús: ¿Qué has hecho con los talentos confiados? ¿Temes sufrir por mí? Sanó de la enfermedad, pero quedó tan debilitada que pidió la dimisión como Abadesa.
En 1916 tuvo una nueva iluminación interior, el Señor le mostró un convento de Capuchinas Adoradoras, pero no era S. Antón, y entendió que le pedía una fundación en otro lugar. En 1920, fue elegida nuevamente Abadesa; es en esta época cuando le surge la idea de acoger niñas a las que educar y acercar a la Eucaristía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario